LA SOLEDAD FEMENINA, SEGÚN MONET
Sobra decir que me interesan las mujeres. En el terreno personal, aunque también en el profesional. Ellas son las inspiradoras perfectas para el trabajo (y la vida) del hombre. No sé si al revés ocurre del mismo modo. No me importa. En la obra de Hopper, apreciamos de manera brutal la soledad del ser humano, y en concreto la de la mujer. Algo parecido percibo en los cuadros del maestro Monet, sobre todo en los dos que coronan estas líneas.
El pasado año estuve en su maravillosa casa de Giverny, donde los colores de sus jardines quedaron plasmados del mejor modo en su obra. Ahora, para el deleite de quienes se acerquen el Grand-Palais parisiense, y tengan la paciencia de aguardar las largas filas antes de acceder a la muestra, se despliega una monumental exposición, bautizada con el apellido del artista. No hace falta más. La obra habla por sí misma. Y no únicamente -y por fortuna- de soledad.
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